Hola de nuevo (lo del premio está a puntitio de acabarse), esto lo escribí el año pasado como proyecto de sociales Espero que a alguna que esté en primero o cursos inferiores le sea de ayuda:
Recuerdo mi vida antes de que pasara todo, cuando tenía una vida normal en Coaña, mi castro natal. Recuerdo cuando me podía llamar celta sin miedo a unos latigazos en el mejor de los casos, recuerdo cuando mi nombre era Dana…recuerdo aquel día a la perfección, estaba en mi casa de forma circular, con tejado de paja y su fachada de piedra…también recuerdo cuando intentaba aprender a tejer lana sin ningún resultado útil y mi madre me decía que nunca llegaría a ser alguien importante en mi clan y mucho menos en mi tribu. ¡Con otras familias sería aún peor!!! Aunque ni siquiera llegué a conocer a todo mi clan, entre los hijos de los tíos de los primos de los abuelos de mi padre…ahora no parece tener mucha importancia. Lo curioso de todo esto es que lo que más echo de menos es que éramos autosuficientes: nosotros nos hacíamos nuestras propias armas, los objetos de cerámica, la ropa y prácticamente lo necesitábamos intercambiar productos con otros pueblos. Recuerdo todo lo que había antes de aquel fatídico día…
Aquel día (en el siglo I a.C.) estaba intentando tejer una manta cuando los vi: eran muchos, formaban cuadrados y andaban al son. Al principio me dieron ganas de echarme a reír: ¡parecían tortugas sin cabeza!!! Entonces me di cuenta: las armas, todos llevaban armas, es decir… ¡eran un ejército!!! Me puse a chilar como una loca, llamando a gritos a todos, aunque muchos ya se habían dado cuenta de lo que se les venían encima, en mi castro siempre hemos sido un poco animales, así que todos los hombres se lanzaron a lo loco contra el ejército. La matanza que allí se llevó a cabo es prácticamente inimaginable, aunque casi todos los muertos eran de los nuestros, como era de esperar. En un momento indeterminado eché a correr hacia el bosque acompañada de mis hermanas, con la esperanza de, al menos, salvarlas a ellas. Corrimos durante mucho tiempo, no sé decir cuánto exactamente, hasta que algo de golpeó en la cabeza. Nunca supe nada más de mis hermanas ni de mi castro.
Algún tiempo después, no sé decir cuánto, nos dijeron que teníamos que movernos de la domus por no sé qué tema de matrimonio y lo peor es que tenemos que desplazarnos de nuestra ciudad, Hsipanis (en el futuro se llamará Sevilla, según un adivino callejero), hasta Emerita Augusta (le vendría bien Mérida, suena mejor) por una calzada a la que llaman Vía de la Plata. Tardamos un día en llegar y apenas hice otra cosa que trabajar en la casa del prometido de Gema (que me trataba como a un objeto) aunque las otras esclavas dicen que es lo normal, que yo tengo suerte de tener la ama que tengo. ¿Ama? Todo aquello eran conceptos nuevos y desconocidos para mí. Solo me contentaba pensar que dentro de poco todo volvería a estar en su sitio. Pero el tiempo pasó y Gema se convirtió en una sombra al lado de aquel hombre, los golpes eran cada vez más frecuentes, las tareas más arduas y la comida más escasa. Ya no protestaba, sabía que sería peor, vivía con miedo, pero vivía; otras mujeres habían muerto de variopintas cosas, aunque a muchas la palabra malnutrición no les sobraría en el informe de la muerte (si es que se preocuparan en hacerlo). Hasta esta misma mañana, estaba buscando unas copas para echar el vino caliente (puaj) cuando vi la oportunidad: estaba completamente sola y el camino a la puerta estaba libre. Corrí con todas las fuerzas que mi famélico y desmejorado cuerpo me permitían por las calles simétricas de la ciudad hasta que ALGO me detuvo, es lo más impresionante que he visto nunca, gigantesco, bien tallado y hermoso incluso con la mortecina luz que aquel día tenía. ¡El teatro!!! Nadie se percataba de mí, así que me senté en una grada. “¡Adiós mundo real!!! ¡Hoy es mi día!!!”, pensé ilusionada. De nuevo no iba a durar: al cabo de un rato vi a ese ser horrendo que era mi amo venir pegarme y gritarme inútil y mil y una obscenidades más. Ahora estoy en la habitación de los esclavos, con el brazo vendado con un trozo de mi harapo, no me atrevo a volver a mirar mi brazo sin la venda, ahora sin piel. Aunque tengo una misión, y hasta que no la cumpla no descansaré: nunca más voy a sucumbir a mi amo, no voy a dejar que me pegue ni que me trate como a un objeto. ¡Voy a luchar!!!
P.D: En una reciente excavación se ha encontrado el manuscrito de esta joven celta junto a otros que dan a saber de una revolución por parte de los esclavos que nunca antes había podido ser contada. Un saludo:
La autora.
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